Lo primero, volcar nuestros conocimientos para luego acercarnos a ella libremente jugando, descubriendo, experimentando y viviendo. Olor, textura, color, temperatura, sabor. El fin, confrontar los conocimientos previos con los nuevos que podríamos adquirir y especialmente, disfrutar.
También cogimos bandejas y las llenamos de nieve para luego, en clase, ir observando lo que iba sucediendo con ella y así comprobar su transformación.
Hielo, después agua. En efecto, con el calor la nieve se derrite. Todos estaban seguros.
El resultado final: pura expresión interior de lo vivido, sentido y experimentado.
Al terminar la jornada, curiosamente preguntaron: ¿hoy no hacemos tarea?
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